Cuando respiramos por primera vez, cuando llegamos a este mundo, todo el dolor y sufrimiento que ha padecido una madre es olvidado inmediatamente al ver a su hijo. En ese momento emergen los mayores sentimientos de amor, de bienestar.
El momento del nacimiento es unos de los momentos más bellos, nos emocionamos al escuchar que una nueva personita ha llegado a nuestras vidas. Motivo de celebración y alegría para todo aquel que lo escucha.


Por otro lado, el momento de la muerte, cuando expiramos por última vez, todo lo vivido es recordado por las personas que nos aman. En ese momento emergen sentimientos de dolor, ira, tristeza…
Hay dos cosas, dos certezas absolutas que tenemos cuando vemos a una mujer embarazada; la primera es que ese ser va a nacer en poco tiempo y va a estar entre nosotros, la segunda, que en algún momento ese ser morirá y dejará de estar entre nosotros.

Si esas dos realidades son tan cotidianas y reales, ¿por qué aceptamos la primera y huímos de la segunda? ¿Por qué nos preparamos para el nacimiento de un ser que vamos a amar y no somos capaces de hacerlo para la muerte de un ser que amamos?.
Incluso nosotros mismos no somos capaces de prepararnos para ese momento, sabiendo que va a llegar. No sabemos si en un minuto, un día o en 20 años, pero llegará. Es algo natural y un proceso bonito que merece la pena ser contemplado y normalizado, sin embargo sigue siendo tabú hablar de la muerte.

¿Qué pensáis al respecto? ¿No creéis que sería bueno estar preparados para afrontar la marcha de nuestros seres queridos, así como para tener un buen morir? Es tan importante aprender a saber vivir como a saber morir… para ello la clave puede que esté en conocerse uno mismo, amarse con consciencia y amar así la vida. De esa manera llegaremos a amar nuestra transición hacia la muerte como un momento más de nuestra vida, ¿no creéis?

Quizás ese bienestar interior que sentimos al recibir una nueva vida es el bienestar que deberíamos sentir al saber que nuestro ser querido descansa y ha cerrado feliz este ciclo. Para ello estaría bien que nos preparáramos para su acompañamiento y su despedida, así como deberíamos estar preparados nosotros para la nuestra, con la misma satisfacción, tranquilidad y bienestar interior de haber vivido consciente y plenamente cada momento de nuestra vida.

¡Compárteme!